Las tres furias
Ira, venganza y envidia, también conocidas como Las Tres Furias, son sentimientos (?) que juntos nos llegan a partir de la mitología griega (Alecto =ira; tisífone = venganza; Megara =envidia o celos). Estas deidades horripilantes y temibles tenían como misión hacer cumplir las sentencias de los dioses. Eran justas pero crueles a la vez.
Pero apartémonos de las creencias de los griegos y veamos cada una de ellas.
La ira puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enojo. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás como hacia uno mismo. Es decir, que nos puede cegar por completo, apartándonos de la realidad, y es ahí cuando podemos cometer errores que hagan que nos arrepintamos y lamentemos después.
Cuántas veces por un enojo fuerte o una gran rabieta hemos dicho o hecho cosas que no pensábamos en realidad o al menos no en la medida que las hemos dicho?
Siempre es mejor estar lúcido al momento de decir algo o tomar cualquier tipo de decisión.
La venganza consiste primordialmente en la reprimenda contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida. Aunque muchos aspectos de la venganza se asemejan al concepto de justicia, la venganza en general persigue un objetivo más injurioso que reparador. El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo o más fuerte dolor del que él causó, y asegurarse de que esta persona no volverá a cometer dichos daños otra vez. La venganza es un acto, que en la mayoría de los casos causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasionó el acto de origen.
Acción y reacción.
La Ley del Talión, que se aplicaba desde la Edad Antigua y la Edad Media, se refiere a la aplicación de un castigo que se identificaba con el crimen cometido; el “Ojo por ojo, diente por diente”
Históricamente, constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido y daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza libre. Porque la venganza por la venganza misma no hace otra cosa que eternizar los odios.
El problema siempre ha sido cómo detener el círculo vicioso, es decir la sucesión interminable de venganzas. La civilización ha ido poniendo freno a la venganza hasta ponerla finalmente en manos de los jueces, que son los llamados a encontrar el punto de equilibrio. Pero no podemos decir que aplicar justicia sea sólo un acto de venganza.
Se trata de apagar el fuego, no de avivarlo. Parece que eso es precisamente lo que pretendió la justicia desde que se inventó, y apagar el fuego requiere por una parte disuadir a los pirómanos y por otra no irritarlos. Para eso tiene una balanza la justicia, para sopesar cuánto ha de poner en el platillo de la venganza, y cuánto en el del perdón y el olvido.
De la envidia y los celos ya hemos hablado en un post anterior, pero podemos agregar que cuando van de la mano con la ira y la venganza se transforman en un peligroso cóctel que seguramente no nos dejaran nada positivo.
“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”
gah